La obra, que celebra el trigésimo aniversario de la compañía malagueña de títeres El espejo negro, Espejismo, es una atrevida invitación a cruzar al otro lado del cristal y revelar nuestra cara más oculta. El espectáculo, programado en el Teatre Municipal de Benicàssim el 6 de agosto en el contexto del Festival de Teatre amb Bon Humor, está planteado como un cabaret totalmente irreverente.
La acción se desarrolla en torno y a través de un círculo de luz por donde entran y salen marionetas, apariciones y quimeras, goma espuma y carne humana. Hay proyecciones, canciones de Mónica Naranjo y manipulaciones en directo. Crítica social y también política. En total, los espectadores conocen a más de cuarenta personajes de distintos tamaños. Tomando como punto de partida algunas partes del cuerpo, tres manipuladores (a cara descubierta) transforman y crean a los diferentes protagonistas, en ocasiones, frente a la audiencia.
Quizá la obra genera una sensación de continuación de la novela Alicia en el país de las maravillas como referencia, pero aunque el director de El espejo negro, Ángel Calvente, no niega la conexión, describe su obra como más oscura que el clásico de Lewis Carroll. Espejismo fue una catarsis. El director andaluz necesitaba reivindicarse a sí mismo, por lo que retomó el cabaret underground y transgresor de sus inicios, esta vez filtrado a través del bagaje artístico y la disciplina que ha ido adquiriendo a lo largo de los años. «Este montaje es lo mejor y lo peor de mí, mis oscuridades, mis secretos, mi forma de entender ciertas cosas. En suma, es un canto a ser quien uno quiere ser, pero con la sonrisa en la boca, porque hoy en día hace mucha falta».
